Videojuegos factor de trastornos en adolescentes y niños

Luego del arresto de un adolescente de 12 años que había estado aprendiendo a matar y consumiendo videos de decapitaciones y torturas tan espeluznantes la madre del adolescente reconoció que su hijo pasaba tiempo viendo videojuegos.

Esto motivo a investigadores franceses a analizar la forma en la cual muchos niños y adolescentes se ven atrapados por los videojuegos y en la búsqueda e más acción, los hace entrar a las profundidades del internet, que los guían a experiencias que influyen en su pensamiento.

En este sentido el fiscal francés Paul-Edouard Lallois, cree que, de no haber sido detenido, el niño estaba en camino de convertirse posiblemente en un “soldado completamente deshumanizado” que corría el riesgo de unirse a las filas de adolescentes radicalizados digitalmente en Francia y más allá, que están tramando complots terroristas y expresando apoyo al extremismo. La enorme biblioteca de contenido violento, varios terabytes de datos, que el niño acumuló incluían tutoriales en video sobre la fabricación de bombas, detalló el fiscal.

“Es posible trastocar completamente la orientación mental de un niño tan joven”, subrayó. “Hazlo durante unos años e, incluso antes de que cumpla 18, ya es capaz de, sí, cometer un ataque y las peores cosas con sólo un cuchillo”.

En toda Europa y más allá, el panorama es similar: las agencias antiterroristas están lidiando con una nueva generación de atacantes, conspiradores y acólitos del extremismo que son más jóvenes que nunca y se han alimentado de contenido ultraviolento y potencialmente radicalizador, en gran medida detrás de sus pantallas. Algunos aparecen en los radares policiales cuando ya es demasiado tarde, con un cuchillo en la mano, al llevar a cabo un ataque.

Olivier Christen, el fiscal nacional antiterrorista de Francia que maneja las investigaciones de terrorismo más serias del país, tiene una visión de primera mano de la creciente amenaza. Su unidad presentó cargos preliminares relacionados con el terrorismo a sólo dos menores en 2022. Ese número se disparó a 15 en 2023 y nuevamente el año pasado, a 19.

Algunos son “realmente muy, muy jóvenes, alrededor de 15 años, lo cual era algo casi inaudito hace no más de dos años”, destacó Christen en una entrevista con The Associated Press. Esto “demuestra la fuerte efectividad de la propaganda difundida por organizaciones terroristas, que son bastante buenas para dirigirse a este grupo de edad”.

La llamada red de inteligencia “Five Eyes”, que generalmente evita el protagonismo, compuesta por agencias de seguridad de Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, está tan alarmada que dio el paso inusual en diciembre de pedir públicamente una medida colectiva, diciendo: “Los menores radicalizados pueden representar la misma amenaza terrorista creíble que los adultos”.

En Alemania, un grupo de trabajo del Ministerio del Interior lanzado tras mortales apuñalamientos masivos el año pasado se centra en las redes sociales de los adolescentes, con el objetivo de contrarrestar su creciente papel en la radicalización. En Francia, la agencia de seguridad interna DGSI indica que el 70% de los sospechosos detenidos por su participación en presuntos complots terroristas tienen menos de 21 años.

En Austria, los servicios de seguridad afirman que un sospechoso de 19 años arrestado en agosto, junto con un joven de 18 años y otro de 17, por un presunto complot inspirado por ISIS para masacrar a asistentes a un concierto de Taylor Swift, fue radicalizado en línea. También lo fue un presunto simpatizante de ISIS, de 14 años, detenido en febrero por un presunto plan para atacar una estación de tren de Viena, de acuerdo con las autoridades austriacas.

La agencia de inteligencia VSSE en Bélgica señala que casi un tercio de los sospechosos detenidos allí por planear ataques de 2022 a 2024 eran menores, el más joven de apenas 13 años. La propaganda extremista “está a sólo un clic de distancia para los jóvenes en busca de una identidad o un propósito”, advirtió en un informe en enero, con la radicalización ocurriendo a velocidades que son “nada menos que meteóricas”.