Por Víctor Barrera
Para saber con certeza donde estamos, debemos mirar la realidad y no tratar de esconderla bajo dogmas e ideologías que poco ayudan a observarla.
Desde hace siete años se han realizado reformas legales y constitucionales que no han llevado aun nuevo arreglo de poder, que no es la restauración del PRI, sino la creación de un nuevo modelo político que ha demostrado no funcionar para la mayoría de la gente, pero si para una élite de un grupo político.
El empoderamiento de esta nueva élite se basa en ir eliminando la competencia política que significa un enorme peligro para la democracia del país. Pero también esta transformación se presenta en la economía mexicana atrapándola en un frustrado crecimiento que lamentablemente impacta en muchas familias mexicanas para su bienestar.
Es cierto que una gran cantidad de mexicanos, se estima 13 millones de personas, reciben programas sociales y en el tiempo en que se reciben estos programas, su encomia varía a favor, pero esto es solo en ese momento, porque esto no ayuda en su movilidad social, y quedan estancados en los mismos niveles de pobreza sin que haya un avance positivo en ello. Pero la élite del partido en el poder, muestra cada vez mayor crecimiento económico, abriendo el paso a los nuevos políticos ricos.
Así lo demuestran las cifras del INEGI, en el Censo Económico 2024, donde el 95.4 por ciento de los establecimientos son micro empresas que generan apenas 16.1 por ciento del valor agregado. En contraste, un grupo de empresas exitosas, el 0.2 por ciento del total, concentra más de 54 por ciento de la riqueza producida. Esto nos muestra una realidad; no hay país que logre movilidad social con semejante dualidad productiva: muchos trabajan mucho para producir poco, mientras muy pocos concentran el valor. La realidad es una productividad estancada y salarios reales que no despegan.
Pero también muestra que ante poca productividad y recaudación fiscal, se mantiene un punto de debilidad para garantizar a largo tiempo la distribución de esos programas sociales.
Porque esta situación solo deja crecimientos económicos por debajo del potencial y concentración de valor en un puñado de sectores exportadores. Más de la mitad de la fuerza laboral en la informalidad, sin protección social y un régimen político con contrapesos erosionados, donde la discreción sustituye a la regla y desalienta la inversión de largo plazo.
Llevamos seis años, que podría calificarse de primera etapa de este nuevo régimen y vamos, si así lo decide la ciudadanía, para la segunda parte de una transformación que nos lleva hacia atrás, pero si no lo deseamos podemos cambiar y dar un giro total a todo esto, para erradicar el clientelismo político y la ignorancia para entrar a un futuro de cambio a favor de la mayoría y no de pequeños grupos.
Es solo cuestión que todos vean la realidad del país, que no se dejen envolver con narrativas triunfalistas, cuando en verdad solo esconden una sed de poder