“Noviembre” de hace 40 años, cinta sobre la toma del Palacio de Justicia en Bogotá

El 6 y 7 de noviembre de 1985 Colombia vivió uno de los hechos más desgarradores de su historia: La toma del grupo M-19 y la retoma por parte del ejército del Palacio de Justicia de Bogotá. Cerca de 100 personas murieron y 11 más desaparecieron. Y esa herida aún no cicatriza.

El bogotano Tomás Corredor, quien ha dirigido unos 200 comerciales de televisión, se enteró de que en esas 27 horas tensas que duró el suceso, varias personas, civiles, guerrilleros y ministros se quedaron atrapados en el baño de ese edificio público viviendo en la zozobra lo que estaba pasando en el exterior, y decidió llevar ese epidodio de encierro a una película de ficción.

El largometraje, Noviembre (Colombia/México/Brasil/Noruega, 2025),  se proyectó por primera vez en el Festival de Cine de Toronto, y es parte de los estrenos internacionales de la 23 edición del Festival Internacional de Cine de Morelia.

En entrevista, Corredor, de 49 años, expresa que “esos momentos de terror están creados por unas circunstancias sociales horribles que, como latinoamericanos, entendemos que nos atraviesan en varios países”.

Para él, “lo importante era encontrar una forma de dialogar con eso, dominando ese dolor con una propuesta humanista, que no se cuenta desde los bandos”. Añade:

“Creo que la cinta nos narra un evento muy oscuro de Colombia que nos remonta a muchos eventos igual de oscuros en el mundo, pero a la vez es un filme que ilumina esos momentos porque de lo que se habla es de la vida humana que resiste esas condiciones difíciles. Es una película dura de ver, cuesta trabajo estar ante la pantalla”.

Enseguida, explica:

“Siento que cualquier similitud con una sensación de encierro y horror, como lo produce esta película, tiene que ver más no con una construcción, sino con un reflejo de lo que nos ha tocado vivir… es una película que revisa un momento traumático para tratar de sanarlo con un dialógo con la sociedad civil, no con los actores armados”.

La trama, escrita por Jorge Goldenberg y el mismo Corredor – desarrollada en el baño-, no cuenta nada de cómo el comando del movimiento M-19 planeó la acción, y en el inicio de la toma del Palacio de Justicia, una fracción de guerrilleros con algunos hombres gravemente heridos queda incomunicada, hacinada con más de cincuenta rehenes, a resistir por casi 27 horas. Es la brutalidad de una confrontación en la que los civiles nunca pidieron ser parte, entre sus captores insurgentes y las Fuerzas Armadas del Estado.

Se trata de una situación extrema en la que cobra vida la complejidad de la condición humana que, frente a la adversidad y el desamparo de la guerra, de la violencia en general, confronta el impulso de seguir con vida, y al mismo tiempo la resistencia para conservar un mínimo de dignidad hasta el último segundo.

El reparto lo conforman Natalia Reyes, Santiago Alarcón, Pacho Rueda, Diana Belmonte, Germán de Greiff, Ella Becerra, Carlos Mariño y Alejandro Calva.

La película, de 78 minutos, combina la ficción con impactactes imágenes de archivo. Los productores son Diana Bustamante, Julio Chavezmontes, Yeily Antonio, Alejandro Malvido y Mónica Moreno. 

Sobre la gente hacinada en el baño durante la acción, se menciona en el libro El Palacio de Justicia, una tragedia colombiana (1993) de Ana Carrigan, y en el volumen Noches de humo (1988) de Olga Behar. El realizador leyó toda la bibliografía existente, vio documentales y consultó unos 6 mil folios, donde encontró 53 testimonios de personas que estuvieron en el baño.

Ni buenos, ni malos

–Todavía se pide justicia y se cumplirán 40 años de esa situación en noviembre próximo. ¿Qué puede decir de ese hecho? -se le pregunta.

–La forma en que nos narran estos eventos desde los poderes o los medios o quienes tienen la capacidad de escribir esas historias, es que un día unos señores se metieron a tomar un sitio y al ejército le tocó defender unas instituciones. Con esta película se abre una posibilidad de decir: “Esto es resultado de algo y hay muchos efectos”. No es solamente que pasó un día y tuvo unas consecuencias, sino es un efecto de muchas causas y es una causa de muchos nuevos efectos. 

“El filme nos hace pensar un poco en ‘por qué nos pasan estas cosas’, y ‘por qué dejamos que esto pasara’. Ponen siempre en el foco lo que sucedió afuera, y resaltan simplemente que hay un bueno luchando contra un malo, y es un diálogo que no hemos abierto desde el interior del lugar. El asunto lo ha abordado la literatura, algunos documentales, y existen otras películas: Siempreviva, Antes del fuego y Salvador, pero hablan desde afuera.

Noviembre, en cambio, se centra dentro del edificio. No se había contado nada desde adentro, y se abren unas posibilidades de diálogo para el país y resignifican lo que estaba pasando afuera porque los medios nos mostraron siempre lo que pasaba desde el exterior, como desde un ejército heroico defendiendo unas instituciones, y básicamente lo importante es también ver cómo se sienten desde adentro las cosas para entender que lo del exterior no es solamente un motivo de orgullo patrio, sino un motivo de vergüenza muy grande del que tenemos que platicar.

Subraya que el largometraje nunca ha tenido la finalidad de transmitir un mensaje, “lo que ofrece es un montón de preguntas”. 

Se le comenta que Noviembre, narrada desde una sola locación, remite al largometraje mexicano Rojo amanecer de Jorge Fons, sobre la matanza del 2 de octubre de 1968, y comenta:

“La decisión de una sola locación básicamente tiene que ver con haber encontrado durante la investigación que existió ese baño. Para mí fue importantísimo el hallazgo porque realmente poner todo en un solo lugar, es como si le tomaras una foto al país, a la nación. Hay unos hombres blancos que han tenido oportunidades de estudiar, incluso fuera del país. Una comunidad afrodescendiente y una comunidad indígena seguramente no hubieran tenido otra posibilidad de existir en este país si no hubieran tomado las armas, como lo hicieron en ese momento. Creo que cuando tomas esa foto de Colombia, tomas una foto de Latinoamérica.

“La película Rojo amanecer la conozco, me encanta por lo que me hizo sentir cuando la vi, pero realmente Noviembre no reposa tanto sobre el referente cinematográfico. Es importante que si uno quiere decir algo de una forma diferente, también pueda encontrar una forma distinta de narrarlo. Siempre pensé que lo de afuera era una presencia de invasores que se van acercando, un monstruo que va creciendo, pero que no tiene una cara realmente como personaje. Y creo que el resultado tiene mucho que ver con una película que se alimenta más de discusiones, pero sí tienen mucha resonancia con tragedias como la del 2 de octubre aquí en México. Posee una resonancia con unos dolores latinoamericanos muy fuertes”.

Rememora:

Una documentalista francesa que visitaba este festival, me dijo que Noviembre la hizo pensar en Le Bataclan, donde hubo los atentados terroristas del 2015, y creo que la violencia inesperada y desproporcionada que se plantea en el filme puede suceder en cualquier lugar, en cualquier momento y a cualquier persona. Y esa es la diferencia entre ser una película histórica que le pasó a otras personas en otro tiempo y en otro espacio, y una película sobre la memoria que es resignificar eso en el presente para que nos pase cada vez que la vemos.

–¿Cuál es la importancia de la memoria? 

–La memoria, a diferencia de la historia, no sólo es el pasado, la memoria es cómo resignificamos esa historia en el presente. El largometraje juega un papel importante en la memoria, no se adhiere a ninguno de esos relatos del poder, realmente nos permite narrar desde la sociedad civil. Siento que la memoria en este caso es importante, por eso yo hablo de transformar el dolor.

Carlos Rossini, director de fotografía del proyecto, concreta en torno al reto de trabajar en un espacio tan confinado, y al mismo tiempo poder transmitir el horror de la situación que viven los personajes:

“Hubo varios retos: Narrativos en un solo espacio que tiene una luz constante que no cambia, no hay ventanas, el vestuario es el mismo. Es muy difícil representar el tiempo y los cambios de tono de lo que les pasa a tantos personajes en el mismo lugar. Todo lo enfrentamos de una manera bastante creativa. Hubo una decisión muy clara de qué tanto acercarnos y cómo movernos. No es lo mismo observar que acompañar, no es lo mismo mostrar que narrar. Esas son cosas que parecen tonterías, pero a mí me parece que en el cine actual son fundamentales. Hacíamos el chiste de no estamos haciendo una descripción de Google Maps de alguien que se mueve de acá para allá. Estamos generando que este movimiento, mientras suceda, vaya cambiando el tono de la narración”.

Y Corredor recalca:

“No hablo a favor de nadie, estoy a favor de la humanidad. En ese punto hay que insistir porque muchas veces tenemos una necesidad de encontrar el bando en todo, y el bando es la humanidad. Existe gente que confunde encontrar el bando en la humanidad con ser neutro o con no tomar partido, y aquí hay un partido grandísimo por la sociedad civil”.

Corredor empleó ocho años para crear el filme a estrenarse en los cines de México en noviembre próximo.