Aumentan protestas en Manzanillo contra construcción de nuevo puerto en la Laguna de Cuyutlán

Pescadores, salineros y ambientalistas se manifestaron en la ciudad de Manzanillo en contra del proyecto de construcción de un nuevo puerto sobre la Laguna de Cuyutlán, por considerar que se provocarán daños ecológicos irreversibles, además de afectar las actividades productivas de las que dependen directamente cientos de familias de la región.  

Se trata de la segunda marcha realizada en menos de dos semanas —la anterior fue en la capital del estado—, en la que participaron cientos de personas convocadas por el movimiento Salvemos Cuyutlán, que se concentraron en las instalaciones de la Administración del Sistema Portuario Nacional (Asipona), de donde partieron rumbo al monumento al Pez Vela. 

Portando mantas y pancartas, durante el trayecto los manifestantes corearon consignas como “La laguna de Cuyutlán no se vende, se ama y se defiende”, “No al ecocidio”, “Laguna sí, puerto no”, “Progreso sin naturaleza es retroceso”, “No vamos a callar, la laguna va a ganar” y “Sin laguna no hay vida, sin pesca ni sal no hay comida”. 

En el pronunciamiento central de la marcha, leído por una de las participantes, se expresó el rechazo a la construcción del puerto Nuevo Manzanillo en la Laguna de Cuyutlán. 

“No nos oponemos al progreso —planteó el documento—, sino al desarrollo que sacrifica la vida y el territorio; invitamos respetuosamente a las autoridades a reevaluar el proyecto y considerar alternativas que fortalezcan la operación portuaria sin destruir este ecosistema”. 

Propuso optimizar la infraestructura del puerto ya existente e implementar tecnologías que aumenten eficiencia operativa, así como mejorar primero la capacidad instalada en lugar de expandirse hacia áreas naturales y atender la infraestructura vial y urbana ya afectada por la logística portuaria actual antes de aumentar su carga. 

Tras advertir que la Laguna de Cuyutlán no es territorio vacío, pues “es vida, memoria y futuro”, el pronunciamiento consideró legítima y necesaria la defensa de este vaso lacustre, que es el cuarto humedal costero más grande del país y en segundo en el Océano Pacífico, sólo después de Marismas Nacionales. 

“Nos pronunciamos —planteó el documento— como ciudadanía organizada, sin filiaciones partidistas y sin intereses económicos, por la defensa de nuestros derechos humanos a un medio ambiente sano; la Laguna de Cuyutlán es un ecosistema costero de importancia ecológica y cultural, es hogar y refugio de peces crustáceos, aves migratorias, mamíferos, flora y microorganismos que sostienen la vida y la pesca local; su equilibrio permite la reproducción y crianza de especies que dan sustento económico y alimentario a familias pescadoras que han vivido de estas aguas por generaciones”. 

Recordó que la propia titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), Alicia Bárcena, reconoció que la ampliación portuaria implicaría la pérdida directa de 222 hectáreas de vegetación, lo que “representa no sólo la destrucción de hábitats esenciales, sino también la pérdida de espacios naturales de pesca, afectando directamente a quienes dependen de este territorio vivo y a todos nosotros”. 

El desmonte de manglares, abundó, altera la hidrodinámica natural de la laguna, afecta el flujo de marea y modifica los ciclos de salinidad, lo que “pone en riesgo la actividad salinera, una práctica ancestral que ha sido sustento y cultura para las comunidades locales”, además de que “reducir los manglares también significa perder una de las barreras naturales más efectivas contra Los impactos del cambio climático, como el aumento del nivel del mar, la erosión costera y la intensificación de tormentas”. 

Asimismo, advirtió, las playas aledañas a la Laguna de Cuyutlán son zonas de anidación de tres especies de tortugas marinas en peligro de extinción, cuyos ciclos reproductivos se verían afectados por el incremento de infraestructura y la actividad humana, además de que “nuestras bahías son zonas de descanso y tránsitos de mamíferos marinos como delfines y ballenas y el aumento del tráfico marítimo, el ruido submarino y las modificaciones al hábitat elevarían el estrés y el riesgo de colisiones, afectando especies protegidas”.